Soy artista visual, con una profunda conexión con la pintura y el crochet. En los últimos años, el tejido se volvió mi principal lenguaje creativo: una forma de dar vida a criaturas suaves y extrañas que habitan un universo propio, con sus propias reglas, su lógica interna y su estética particular.

Me gusta crear objetos que confundan. Mis amigurumis mezclan lo tierno con lo inquietante; son peluches que parecen salidos de un sueño raro, o de una pesadilla suavecita. Son criaturas que no encajan del todo, pero que encuentran su lugar dentro de este mundo tejido donde lo raro también es bello. A veces causan rechazo, incluso repulsión, pero otras veces generan una conexión profunda y genuina. Y eso me encanta: que no sean neutros, que despierten algo.

Mi proceso creativo es intuitivo, desordenado y emocional. No planifico lo que voy a hacer; cada amigurumi nace poco a poco, como si se fuera revelando a través del hilo. La lana me sugiere su forma, la forma me indica cuántos ojos tendrá, y sus ojos y narices me piden detalles, accesorios, adornos. Cada uno va construyendo su personalidad mientras lo tejo.